En nuestra concepción, los seres humanos son corporeidad, intelecto, emociones y sentimientos, capacidad de relación, espiritualidad, apertura a la trascendencia y acción en el mundo. Queremos educar todas estas dimensiones de manera armónica y ayudar a la integración de toda la persona en un proyecto vital.
Jesús de Nazaret es nuestro primer modelo: rostro y palabra de Dios, pero también el proyecto más pleno y acabado de hombre. Su vida nos inspira un ideal de hombre y mujer que puede ser acogido desde la libertad.
Personas en armonía con su propio cuerpo y con su entorno
Queremos educar la aceptación, el respeto y el sano desarrollo del propio cuerpo.
Además, ante el deterioro ecológico de nuestro mundo, buscamos hombres y mujeres que sepan tomar posturas concretas ante la degradación de la naturaleza y vivan un estilo de vida que permita el desarrollo sostenible de los recursos del planeta.
Personas que cultiven su interioridad
Queremos educar mujeres y hombres que desarrollen su crecimiento interior, capaces de reconocer y aceptar sus propias limitaciones, ilusionados por su progreso personal, interesados por la cultura, capaces de admiración, curiosos por el mundo, agradecidos, contemplativos, sensibles a la belleza, atentos a la vida.
Personas que vivan desde la alegría
Queremos educar la alegría interior que ilumina toda la vida y, especialmente, esa felicidad evangélica de una existencia entregada a los demás. Personas que sepan asumir en su vida el propio dolor y la debilidad.
Personas capaces de amar y ser amados
Queremos educar hombres y mujeres sociables, abiertos al amor humano y la ternura, respetuosos con los demás, capaces de ponerse en el lugar del otro, acogedores, que sepan trabajar en equipo, con talante conciliador. Hombres y mujeres no individualistas sino creadores de comunidad.
Personas que sepan llevar a cabo sus opciones
Queremos educar mujeres y hombres con fuerza de carácter, tenaces, que sepan salir de su pasividad y pasar a los actos, con capacidad de esfuerzo y sacrificio. Hombres y mujeres que sepan labrarse, en búsqueda continua, un proyecto de vida.
Personas profesionalmente bien preparadas
Una educación integral y de calidad contribuye a formar personas cualificadas y preparadas para adaptarse creativamente al mundo en el que les tocará vivir. Buscamos personas que piensen, sepan, sientan, hagan y sean; personas que aporten su conocimiento, sus manos y su corazón para transformar este mundo.
Personas abiertas a una sociedad plural
Queremos educar mujeres y hombres que sepan habitar cordialmente en esta sociedad plural, abiertos al diálogo, que acojan y valoren como una riqueza las diferencias entre los hombres y los pueblos, constructores de nuevas relaciones de encuentro e igualdad.
Personas solidarias y comprometidas
Queremos educar hombres y mujeres conscientes de esta realidad, sensibles ante toda forma de deshumanización, compasivos, solidarios con los problemas de los demás, misericordiosos, apasionados por la justicia, capaces de asumir el sacrificio personal en beneficio del bien común, pacíficos, trabajadores incansables en favor de la paz y la igualdad entre los seres humanos, portadores de esperanza, con espíritu democrático. Y todo esto comprometiéndose a vivirlo de una manera especial en su propia realidad.
Personas abiertas a Dios
Queremos favorecer la experiencia cristiana de Dios y el encuentro con Él en la persona de Jesucristo; educar hombres y mujeres capaces de descubrir en este Dios el sentido de toda existencia. Soñamos compartir la fuerza de transformación del Evangelio que nos invita a llegar a ser mujeres y hombres nuevos siguiendo a Jesús. Formamos parte de una Iglesia entregada a la construcción del Reino de Dios. Pretendemos encarnar los valores del Evangelio, a ejemplo de María de Nazaret, la primera creyente y discípula.